Pánico conservador contra el género

Periodismo, Reportajes

Imagen difundida por Facebook en la que se afirma que la ley defiende a los gais y desprotege a la familia tradicional

Reportaje publicado en Pikara Magazine

Tras cuatro años de retoques, cambios y rechazos, Armenia aprobó un proyecto de ley de igualdad en mayo de este año. La propuesta de ley sobre ‘Iguales Derechos y Oportunidades para Hombres y Mujeres’, trajo la oposición de clérigos y de grupos tradicionalistas que, desde entonces, se han manifestado en contra de la igualdad de género y de las que consideran sus consecuencias: homosexualidad, transexualidad y hasta pedofilia. Sin embargo, no fue hasta finales de agosto, una vez la alusión al género ya había sido eliminada ante tales presiones, cuando estos grupos alentaron una campaña de desinformación que a día de hoy ha convertido las cuestiones relativas a la igualdad de género y la homosexualidad en el centro del debate a nivel nacional.

La campaña comenzó en las redes sociales a través de grupos como ‘¡No a la igualdad de ‘género’! No a la traición a la patria’ y la página del Comité Paterno Pan-Armenio. Primero, los ataques contra homosexuales y, de paso, contra las ONG y activistas que velan por los derechos de las mujeres y de las minorías sexuales. Luego, contra Europa, la cuna de la homosexualidad y la transexualidad, según ellos.

La presunta amenaza parte de la definición de género que contemplaba la propuesta de ley en su artículo tres cuando se aprobó: “Comportamiento adquirido, socialmente establecido de personas de diferentes sexos”. El temor radicaba, concretamente, en un adjetivo: “adquirido”. La presión llevó al gobierno a sustituir la palabra ‘género’ por ‘hombres y mujeres’. No obstante, las protestas han ido cada vez a más.

Desde 2009, una propuesta de ley de igualdad presentada por diputados del Partido Estado de Derecho ha sido debatida y rebatida hasta que el gobierno presentó un borrador tan similar al anterior que la actual propuesta de ley es el resultado de la fusión de ambas. Mientras tanto, el gobierno armenio ha aprobado dos enmiendas relativas a la igualdad de hombres y mujeres que, del mismo modo que la actual propuesta de ley, hacen mención al ‘género’. Asimismo, el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales publicó, en 2012, la guía ‘Indicadores Sensibles al Género’. Los intentos por ilegalizar la discriminación por razones de género no se vieron entonces como un impulso a la homosexualidad ni a la “perversión sexual infantil” que amenaza con “destruir los valores de la familia tradicional armenia”, como sí ocurre ahora.

“Nunca a nadie irritó tanto la palabra género antes de que se aprobase esta ley”, dice Siran Hovhannisyan, responsable de relaciones públicas del Centro de Estudios de Género y Liderazgo de la Universidad Estatal de Yerevan.

Género y homosexualidad

Pero, ¿qué ocurre cuando la palabra ‘género’ se tergiversa y se utiliza para alimentar la homofobia? Algunas páginas y grupos de Facebook armenios han difundido mensajes tales como “¿Seguir siendo humano o hacerse género? Esa es la cuestión”. Para el 96% de la población armenia, “la homosexualidad nunca podría ser justificada”, según una encuesta realizada por Caucasus Research Resource Centers (CRRC).

Basta pedir opiniones sobre la ley de igualdad para que las respuestas apunten hacia la posibilidad de que parejas del mismo sexo puedan formar una familia, incluso entre personas que no se manifiestan contra las minorías sexuales. “Yo respeto la decisión de estas personas, pero reconozco que mi sociedad no está preparada para un cambio como ese. No es solo que no estemos preparados, es que destrozaría nuestra cultura y nuestra historia. Hay cambios que la sociedad armenia podría asimilar poco a poco, pero sería imposible tocar uno de sus pilares más importantes, que es la familia, entendida como padre, madre y otros”, asegura Sirun, una joven lingüista de veinticinco años. Eduard tiene 41 años, está casado, tiene hijos y vive en Yerevan. Dice que su opinión sobre la ley es negativa porque “la familia tiene que constar de un hombre y una mujer”, pero que defiende la igualdad de derechos para ambos. “Aunque no estoy en contra de los gais”, aclara.

En marzo de 2012, dos hermanos prendieron fuego al DIY, un pub gay de Yereván. El hecho fue el desencadenante de una serie de ataques a la comunidad LGTB armenia y demostró la impunidad con la que este tipo de acciones se llevan a la práctica. Hace dos semanas, el presidente concedió la amnistía a los acusados y su atentado parece ser un hecho memorable y ejemplar para algunos. “Deberíamos quemar el ‘Women´s Resource Center’…como el pub de Tsomak (DIY)”, dice un usuario de Facebook en el grupo ‘No a la ley de igualdad de género’. Women´s Resource Center anunció que había tenido que acudir a la policía para evitar males mayores.

El 16 de octubre, los detractores de la ley de igualdad convocaron una manifestación por las calles de Yereván y aseguraron que sólo era el comienzo de una serie de marchas contra la igualdad, la homosexualidad y Europa. Ese día, los manifestantes entregaron una carta al gobierno pidiendo la anulación del proyecto de ley, con el respaldo de 3.500 firmas. “Salvemos a los niños de la perversión sexual”, “No dejaremos que arruinéis a las familias armenias”, decían. “El principal problema es que personas que ni siquiera entienden el significado de conceptos como género, igualdad de género, identidad de género o estereotipos de género han empezado a dar sus propios significados para manipular las mentes asegurando que género implica perversión y degeneración y relacionándolo con el matrimonio de personas del mismo sexo. Entonces el problema es que aquí se está definiendo el género como homosexualidad, algo que crea verdadero pánico en Armenia”, explica Siran Hovhannisyan.

La confusión entre identidad de género y condición sexual no es exclusiva de Armenia.  La comunidad LGTB de Uruguay denunciaba esta misma semana el tratamiento de los medios de comunicación tras el asesinato de una mujer transexual: “No sólo se informa mal sobre el género de la persona (se trata de una mujer trans o transgénero, no de ‘un hombre transexual’), sino que también se confunde orientación sexual con identidad de género (Canal 4 anunció que se encontró ‘el cuerpo sin vida de un homosexual’)”, escribían.

En países como España o Nicaragua los sectores conservadores también han arremetido contra las leyes contra la violencia de género afirmando que criminalizan a los hombres o que suponen una amenaza contra la familia tradicional.

Ecos de Rusia

Esta campaña de desinformación es, para muchos, una cortina de humo con la que se pretende acallar la voz de aquellos que salieron a protestar cuando el presidente Sargsyan, por las mismas fechas, aceptó la anexión a la Unión Aduanera encabezada por Rusia, renunciando así a la Unión Europea.

Influida por Rusia, Armenia estuvo tentada de aprobar recientemente su propia ley de ‘propaganda homosexual’, que habría castigado la manifestación pública de “relaciones no tradicionales”. Para un país que despenalizó la homosexualidad hace una década y que firmó la Declaración de Naciones Unidas sobre Orientación Sexual e Identidad de Género de 2008, el retroceso habría tenido tales repercusiones que finalmente la propuesta, redactada por la policía y publicada en su página web, fue desestimada.

Human Right Watch remitió una carta al presidente apelando a la protección de los derechos de las minorías sexuales y recordando al gobierno los acuerdos internacionales firmados, que violaría todo intento de penalizar la homosexualidad. Alarmados por el repunte de la homofobia, varios artistas e intelectuales de la diáspora armenia han firmado una carta mostrando su rechazo a una posible medida anti-gay y defendiendo el derecho de expresión de cualquier persona.

¿Y qué hay de la igualdad?

Semejante reacción ante la palabra ‘género’ podría hacer pensar que la incursión de la igualdad en la legislación armenia es un tema novedoso. Pero no lo es. Basta echar un vistazo a los derechos de la mujer en Armenia desde siglos remotos para comprender que la interpretación que se ha dado a la palabra ‘género’ a raíz del proyecto de ley actual, es pura estrategia de manipulación y desinformación.

Aunque desde que el país se independizó en 1991, la ausencia de fondos y el exceso de detractores han paralizado todo intento de avanzar en materia de igualdad, existe constancia de que los derechos de las mujeres han sido reconocidos en Armenia desde el año 443 a. C. Según el Código de Sahapivian, las mujeres tenían derecho a poseer una propiedad familiar en casos de abandono injustificado, así como a contraer un nuevo matrimonio.

Fue en la I República Armenia (1918-1920) cuando las mujeres pudieron votar y ser elegidas; un derecho reconocido en apenas un puñado de países. Armenia firmó la Declaración del Milenio, en la que uno de los objetivos más importantes es “promover la igualdad de género y la autonomía de la mujer”, pero los resultados, según muestra el informe nacional sobre los progresos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (OMD), no son precisamente alentadores.

El último Informe de Competitividad Global, realizado por el Foro Económico Mundial y publicado hace unos días, muestra que la mujer en Armenia no sólo no vive en condiciones de igualdad con el hombre, sino que su situación empeora con los años. De los 136 países que figuran en la clasificación, Armenia ocupa el puesto 94, diez puestos por debajo del resultado de 2010. Solo se considera que las oportunidades entre hombres y mujeres son las mismas en el acceso a la escuela primaria y educación superior.

“Armenia está más avanzada que otros países de su región en algunos sentidos, pero en cuanto a los derechos y oportunidades de las mujeres estamos muy por debajo”, reconoce Siran Hovhannisyan.

Según la Constitución post-soviética de 1995, actualmente en vigor, hombres y mujeres gozan de los mismos derechos en la vida política, el trabajo y la familia, aunque la realidad adolezca de una desigualdad evidente y precise una ley específica en materia de igualdad, así como planes de acción efectivos que garanticen que la ley es más que palabras.

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