Fragmento de ‘Ecos de un terremoto: La vida entre ratas y serpientes’. Texto íntegro en Jot Down.
En verano abrasan y en invierno hielan. Cuando llueve, paraguas y cubos ocupan el reducido espacio de las domiks. El engaño comienza en el nombre: domik significa casita en ruso. Pero no son más que contenedores metálicos o chozas remendadas con distintos materiales. Tras el terremoto que sacudió el norte de Armenia en 1988, el Gobierno soviético prometió entregar casas reales al medio millón de supervivientes que perdieron sus hogares. Veinticinco años después, en los refugios temporales todavía sobreviven y conviven personas y ratas. La promesa, mantenida por los sucesivos Gobiernos tras la independencia de Armenia, ya dura un cuarto de siglo. Cuando las personas caen en el olvido, la vida sedentaria no siempre entiende de cimientos.