Yazidis: los adoradores del pavo real

Etnias

[El verano pasado conviví durante unos días con una familia yazidi semi-nómada en Armenia. Comparto algunos fragmentos de la crónica ‘Los adoradores del pavo real’, que explican, resumidamente, la curiosa amalgama de creencias por la que las persecuciones están derivando en un genocidio. Espero que sirva para aplacar prejuicios: ni son satánicos, ni celebran misas negras, ni perpetran sacrificios humanos. La historia completa aparece en ‘Heridas del viento‘. ]

Los campamentos nómadas en torno al monte Aragats son pequeñas aglomeraciones ubicadas en función de la aldea de procedencia de sus integrantes. Los yazidis (o yasidíes) llegaron a Armenia perseguidos por el Islam. ¿La razón? Dicen sus enemigos que los yazidís adoran al diablo. Huían de Irak, de Turquía. Como los armenios, pero en menor medida, fueron víctimas del genocidio perpetrado por el gobierno de los Jóvenes Turcos, desde 1915. Aunque comparten origen con los kurdos, no tardaron en escindirse de éstos y en renegar de un origen común cuando los kurdos aceptaron el Islam. En Armenia, donde conforman la principal minoría étnica de un país prácticamente monoétnico, ya no son nómadas a tiempo completo. Desde que las autoridades soviéticas les obligaron a asentarse, viven en aldeas. Pero algunos no pudieron quedarse quietos: durante el verano, de mayo a octubre, normalmente, viven en las montañas, moviéndose varias veces de un lado a otro en busca de alimento y condiciones climáticas que garanticen la supervivencia de su fuente de vida: su ganado.

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Maxim me pregunta si soy del Atletic de Bilbao y comienza a explicar su religión. Dice Maxim que los yazidis (que según él, significa, nómadas), robaron los clavos de cristo y los clavaron en una lechuga que un cerdo se comió. Desde entonces, para ellos son alimentos impuros y, por tanto, prohibidos. “Nuestro Dios es el sol, por encima de todo lo demás. También adoramos el fuego, pero eso es algo que otros yazidis niegan.”, dice.

Para los yazidis existe un Dios creador que se olvidó del mundo cuando terminó su labor. Entonces creó siete ángeles, siendo, uno de ellos, Melek Taus, el Ángel Pavo Real, quien de verdad velaría por el mundo. Él es la luz, pero también es el fuego. El que renueva y el que destruye. Melek Taus no es más que el Ángel Caído de otras religiones. Satanás, Lucifer. Pero los yezidis no son satánicos, como otros grupos religiosos e, incluso Anton LaVey, el fundador de la Iglesia de Satán, han insistido en asegurar. No lo son porque, aunque la imagen venerada sea, esencialmente, la misma, su simbología  y su interpretación distan mucho de lo que Islam y Cristianisismo han hecho de ella. La veneración al Ángel Pavo Real, además, está muy lejos de la admiración y más cerca del miedo. Tampoco es que los yazidis hagan misas negras ni sacrificios porque su creencias no se plasman en actos y parten, a menudo, del miedo y la superstición.

Para los yazidis, no es preciso el culto al Dios creador por la sencilla razón de que no hará nada, pero, al ángel Melek Taus, por contener el bien y el mal dentro de sí, hay que tenerlo contento para aplacar su ira. “Yo doy y quito; yo enriquezco y empobrezco; yo causo tanto la felicidad como la miseria”, leemos en uno de los libros sagrados de los yazidis, el Al-Jihwah, la transcripción de las enseñanzas que pasaron de generación en generación, de forma oral. En esta breve declaración de intenciones, Melek Taus se presenta y da unas pautas con la prepotencia de un pavo real que se sabe, además, divino y temido. No lo parece tanto cuando dice, de la misma manera que lo expresan los adeptos a la Iglesia de Satán, “permito a todo el mundo seguir los dictados de su propia naturaleza”. Pero la frase no termina así, sin amenazas: “pero aquel que se oponga a mí se arrepentirá profundamente”. Toda la amalgama de creencias casi incomprensibles de los yazidis resulta más sensata en boca (o en pico) de un pavo real que los escritos sagrados de otras muchas religiones que se jactan de ser poseedoras de la verdad única: “Que hay interpolaciones se ve en el hecho de que cada secta se esfuerza por probar que las otras están equivocadas y por destrozar sus libros.”

Existe un segundo libro sagrado para los yazidis, el Mashaf Res o Libro Negro. Es otra breve transcripción que, de manera más aséptica, comienza explicando el inicio de todo. Según los yazidis, Dios habría creado la Perla Blanca y un pájaro llamado Angar. En la cola del pájaro, colocó la perla, que se mantuvo allí durante cuarenta mil años. Un domingo, Dios habría creado el primero de siete ángeles al que nombraría, al terminar la semana, jefe de todos ellos: Melek Taus.

“Después de esto, Dios hizo la forma de los siete cielos, la tierra, el sol y la luna. Pero Fahr-ad-Din [el último ángel que creó] creó el hombre y los animales, y los pájaros y las bestias. Los puso a todos en bolsillos de tela y salió de la Perla acompañado de los Ángeles. Luego gritó a la perla. Después, la Perla Blanca se rompió en cuatro piezas, y de su bruma surgió el agua que se convirtió en océano. El mundo era redondo y no estaba dividido…»

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Los yazidis rezan al sol todos los días, cuando su dios está a punto de esconderse. Pregunto a Asis si tienen un lugar concreto en el que rezar o si tienen iglesias. “Cuando crees en Dios, da igual donde reces, el caso es que lo hagas”, responde muy serio. Le explico la extendida creencia sobre los yazidis: que dicen sus enemigos que es una secta satánica y que Melek Taus es el símbolo del mal, el demonio. “Esos son los kurdos, no nosotros”, asegura.

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